google.com, pub-3034374697620972, DIRECT, f08c47fec0942fa0 UBA Psico Trabajos y Monografías: Parcial Domiciliario - Introducción a los Estudios de Género - Cátedra Única Prof. Dra. Débora Tajer - Nota 10
Monografías, exámenes domiciliarios y trabajos prácticos, individuales y grupales, realizados para la cursada de materias de la carrera Psicología en la UBA. Los trabajos fueron subidos al blog sin modificaciones ni correcciones posteriores indicándose la nota correspondiente. Los originales están archivados en la Facultad.

Parcial Domiciliario - Introducción a los Estudios de Género - Cátedra Única Prof. Dra. Débora Tajer - Nota 10

 

Universidad de Buenos Aires

Facultad de Psicología

 

 

Introducción a los Estudios de Género - Cátedra Única

Dra. Débora Tajer

 

 

 “Parcial Domiciliario”


 

 

Estudiante:

Individual


 

 

 

año 2016 – primer cuatrimestre


Consigna: A partir de la lectura del artículo El cuento de nunca acabar, ( https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-4525-2008-11-28.html ), utilice el concepto “modo de subjetivación” para dar cuenta de la articulación entre el histórico social y la construcción de las subjetividades sexuadas, incorporando la perspectiva relacional entre los géneros. Incorpore en su análisis las dimensiones epistémica y política de la diferencia.

Desarrollo:

En el cierre del copete de su artículo, escrito a fines de 2008, María Mansilla se interroga sobre la vigencia del modelo de princesas como oferta de consumo para las niñas en la actualidad. Partiendo desde su pregunta podemos pensar en la coexistencia de modos de subjetivación, de construir subjetividades, en un mismo momento histórico en el imaginario social.  En el caso que toma el artículo, el planteamiento que se hace es referido a un modelo de femineidad que, desde nuestra propia articulación con el desarrollo del mismo, conjuga características de los tres modelos subjetivantes.

Si consideramos los personajes y las historias de las princesas de Disney, que es a las que refiere y sobre las que nos invita a reflexionar el artículo, podemos entrever que poco hay de los modos de subjetivación innovadores y sí muchos de los rasgos que sostienen desde los modos transicionales los más tradicionales. En el artículo se menciona que la vida de la princesa se actualiza pero no cambia por ser una fórmula que nunca falla y que, además, a medida que se produce un avance en la mujer como sujeto autónomo, esta fórmula es reeditada en las representaciones que la encasillan.

Uno de los ejemplos más sobresalientes, con el que se introduce al artículo, es el que se corresponde con los mitos de la femineidad y masculinidad, el del amor romántico y su complemento del príncipe azul, la valorización de la mujer desde el reconocimiento del otro masculino, otro para el que se prepara, al que se debe y es el que le otorga existencia. No hay princesas sin príncipes azules aunque se trate de un sapo, habitante de un pozo en los fondos de algún jardín, pero que perdonará y rescatará y siempre tendrá derecho sobre ella en concordancia a la visión dominante de lo masculino sobre la división de los géneros. La repetición del mito, desde la niñez en personajes en apariencia ingenuos, pero con la fuerza simbólica suficiente para sostener la construcción histórica de la pasividad femenina, repetición tiene después su correlato en las telenovelas, no hace más que revalidar la hegemonía patriarcal sosteniendo el orden masculino por sobre lo femenino.

Al hablar de este orden de lo masculino, considerando la dimensión política de los modos subjetivantes que establece relaciones de poder arbitraria y desigual entre géneros polarizados en masculino y femenino, determinando los espacios público y privado de correspondencia, damos lugar a la mención en el artículo de los juegos dirigidos al género femenino, género que se hace concordar con la anatomía biológica. Las mujeres jugarán a ser madres con sus bebés de juguete de extraordinaria apariencia real, jugarán a limpiar la casa con elementos de limpieza en miniatura y contarán con máquinas de coser de juguete que funcionan como las de verdad, podemos agregar también las de cocer, o cocinar, y las de hacer pochoclos y helados; incluso más, me vienen a la memoria los postres que no requieren cocción pensados para que el público infantil femenino cocine igual que mamá, junto a mamá. Limpiar, coser y cocer, prepararse para ser esposa y madre, revela otro de los mitos de la femineidad en el que ser mujer es igual a ser madre. Mito que se sostiene en el discurso que hace corresponder la función biología de los cuerpos con los deseos, en el que una mujer por el hecho de contar con una sistema reproductor que posibilita la gestación debe querer ser madre, acto a través del que se realizará como mujer. Del mismo modo, al hombre, por poseer la fuerza física sostenida en las diferencias en el desarrollo muscular, se le atribuye el deseo de proteger a su mujer y descendencia. Tomada la naturaleza como legitimadora de la división de roles queda invisibilizada la construcción cultural de los géneros. Esta división de roles y la direccionalidad de los mismos hacia los dos polos sexuales que sostiene el sistema patriarcal nos posiciona en modos subjetivantes de características tradicionales en los que claramente se sostiene el espacio público para el desarrollo y la acción del hombre, y el privado como el delimitado al quehacer la mujer en donde su valor se sostiene desde la maternidad, atenta al cuidado de sus hijos/as y de su esposo del que dependerá afectivamente y  del cual estará a su amparo.

Al hablar, hasta ahora, de género lo venimos haciendo en términos binarios y polarizados donde lo masculino es sinónimo de hombre y lo femenino es sinónimo de mujer, modo de subjetivar que deja por fuera todo aquello que no se corresponda con alguna de estas dos categorías. Estas dos categorizaciones así recortadas desde la heteronormatividad, no solamente jerarquizan la distribución de poder entre ambas categorías, sino que invisibilizan los múltiples modos de existencia y subjetividades que hay en el mundo y no son concordantes con las mismas.

Definimos el sistema patriarcal como un sistema de dominación masculino establecido más allá del ámbito personal y familiar, que engloba toda organización política, religiosa, económica y social que sostiene la autoridad y el poder en el varón hegemónico. Dicho esto consideramos la dimensión epistémica en la que la ecuación antropologocentrista Humanidad = hombre, homologa el concepto de “Ser Humano” al de “hombre”, hombre que no es cualquier hombre; este hombre es en referencia al hombre blanco, heterosexual, con buena salud, de clase media, propietario, etc. Este hombre es tomado como referente de medida, todo lo que se ajusta a este modelo “es” y queda legitimado en el polo positivo, activo; todo lo que no se ajusta “no es” y queda enmarcado en el polo negativo, pasivo, de este modo queda establecido un binarismo que define roles, posiciones de poder y asigna valores que se legitiman a través de los diferentes discursos de las distintas disciplinas e instituciones, al frente de las cuales están esos hombres identificados como el hombre de la ecuación y desde las cuales se instituyen creencias que luego se naturalizan y se reproducen en los imaginarios sociales desde tres lógicas, la de atribuir la particularidad del hombre a la especie humana, la binaria que polariza dos valores de verdad, el positivo correspondiente al varón y el negativo correspondiente a la mujer, y la jerárquica en la que el polo de lo femenino queda en inferioridad de posición con respecto al masculino, considerándose unidireccionalmente lo femenino como complemento de lo masculino.

Con la dimensión epistémica relacionamos en el artículo, en primer término, cuando se menciona que en el sitio web la imagen de presentación de las princesas de Disney, el lugar central lo ocupa la más rubia de todas, luego también cuando refiere a que el modelo de princesa impone tácitamente una etnia, una estética y un modelo único contrario a la diversidad de escenarios mucho más amplios, ricos e incluso de mayor imaginación. Dirigido no solamente al público infantil, sino también al adulto, con características del arquetipo Barbie, las actualizaciones del modelo de princesa se las relaciona con la espectacularización y el exhibicionismo de los cuerpos que imponen tendencias en estrecha relación con el marketing asociado, el consumo y el poder económico. Del mismo modo que ser hombre no es ser cualquier hombre, ser mujer no es ser cualquier mujer. Dice Ana María Fernández[1] que en nuestra cultura las estrategias simbólicas tienen la misma eficacia que en otras culturas las estrategias en acto sobre la realidad de los cuerpos, ambas construyen una feminidad pasiva y partenaire en lugar de activa y protagonista, más objeto que sujeto de deseo. Las estrategias de marketing y consumo no quedan por fuera de esta lógica que, detrás de imágenes en apariencia representantes de la mujer de hoy, sostiene y reproduce los modelos tradicionales apenas aggiornados desde los contenidos simbólicos. Princesas, reinas y diosas, devenidas protagonistas en un escenario o pasarela en tanto objeto para un sujeto de deseo masculino.

Para el cierre vale citar una frase de Bourdieu: “La fuerza del orden masculino se descubre en el hecho de que prescinde de cualquier justificación”[2]. Prescindir de cualquier justificación es no tener que dar cuenta de nada, no argumentar razones ni presentar testigos ni documentos que prueben y den cuenta de la validez de ese orden. Es legitimar como natural, naturalizar dicho ordenamiento. Podemos observar esta naturalización en los relatos religiosos, en los discursos de la ciencia, en las estrategias de marketing, en los medios masivos de comunicación, en la cotidianeidad y en las princesas del artículo. En la violencia simbólica de esos relatos y discursos, de esas imágenes, violencia que no es física pero la habilita, el dominador se sostiene como tal.

La posibilidad de pensar este modelo de hombre como no cualquier hombre, este modelo de mujer como no cualquier mujer y la violencia simbólica con la que se lo sostiene, nos lleva en una dimensión ética, a reflexionar sobre nuestro propio posicionamiento y nuestro propio accionar ante estas desigualdades, no solamente a considerar la desigualdad en términos del binarismo hombre/mujer, sino en términos de las diversidades de todo tipo que quedan desplazadas, excluidas y negadas en un sistema patriarcal por el que estamos atravesados y en el que, sea para sostenerlo, cuestionarlo o modificarlo, participamos.



[1] Fernández, A.M.. ¿Historia de la histeria o histeria de la historia? En “La Mujer de la Ilusión”. Paidós, Buenos Aires, 1993 p. 88

[2] Bourdieu, P. La dominación masculina. Anagrama, Barcelona, 2000 p. 22

 

Bibliografía

Bonino Mendez, L.;  Micromachismos: La Violencia Invisible en la pareja. Mimeo.

Bourdieu, P.; La dominación masculina. Anagrama. Bs. As., 2000

Bourdieu P.; “La violencia simbólica”. En “La Dominación Masculina y otros ensayos”, 1° ed. Buenos Aires: Editorial Página 12 S.A, 2010.

Burin M.; “Construcción de la subjetividad masculina. En “Varones. Género y subjetividad masculina. Burin M, Meler I., Paidós. 2000

Fernández A.M.; La Mujer de la Ilusión. Paidós, Bs. As., 1993

Fernández A.M.; “Las diferencias desigualadas. Estrategias biopolíticas de dominio”. En “Las Lógicas sexuales: amor, política y violencias”. Nueva Visión, Bs.As., 2009

Fernández A.M.; “El orden sexual moderno: ¿la diferencia desquiciada?”. En “La Diferencia desquiciada. Géneros y diversidades sexuales”. Fernández A.M., Siqueira Peres W. (comp.), Biblos, Bs.As., 2013

Mansilla, M.; El cuento de nunca acabar en suplemento “Las 12” de Página 12 del 28/11/2008 www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-4525-2008-11-28.html

Preciado B.; “Multitudes Queer: notas de una política para “los anormales”. Revista Topía. www.topia.com.ar. Abril 2010

Siqueira Peres W.; “Políticas queer y subjetividades”. En “La diferencia desquiciada. Géneros y diversidades sexuales”. Fernandez A.M, Siqueira Peres W (comp.). Biblos, Bs. As., 2013

Tajer D.; “Modos de subjetivación: modos de vivir, de enfermar y de morir”. En Heridos Corazones. Vulnerabilidad Coronaria en Varones y Mujeres” Paidós, 2009






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